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VERÓNICAS, DE ALFONSO ALBACETE

(03.11.2006-10.12.2006)

La exposición Verónicas recoge una selección de las series realizadas en los últimos años por el pintor murciano, y muestra por primera vez un nuevo proyecto de carácter instalativo realizado ex profeso para el espacio de Verónicas. A diferencia de las exposiciones retrospectivas convencionales, sin embargo, esta muestra no constituye un montaje de cuadros acabados que exhiben sus logros, sino que el artista los ha reunido y reactivado en diálogo con el espacio.

Obras pertenecientes a las series Pinturas vásicas, Cueva negra, La casa, Pinturas de Guerra, Isaac, Gimnopedias, Mar de la China y Bosquejos van ocupando lugares específicos en el espacio de la antigua iglesia. En todas ellas, Albacete especula en torno lo que se ve y lo que no se ve, lo que se transforma, lo que se deforma,... o a temas que han constituido argumentos repetidos a lo largo de su obra: interior y exterior, arte y naturaleza, paisaje y  memoria,...

Paralelamente, una espina dorsal truncada en forma de muro corrido divide la nave central. Hacia el lado de la calle, este muro presenta pinturas serigrafiadas sobre espejos de metacrilato. En ellas, Albacete recupera las celosías de tramas geométricas que había empleado con anterioridad, y los espejos devuelven la imagen de la arquitectura deformada al tiempo que reflejan las pinturas colgadas en otros muros de la sala. En el ábside, un tabique de seis metros de altura, también espejado, hace las veces de retablo y de eco del espacio arquitectónico.

Como explica el crítico Mariano Navarro en su texto para el catálogo de la muestra, “la idea o concepción de la dualidad, del doble como argumento ni es nuevo en el pensamiento y la obra de Alfonso Albacete ni es un recurso puramente formal. Como no lo es, tampoco, ni lo ha sido en su ya larga trayectoria su preocupación por la luz y sus efectos visuales, por las aguas y las sombras, por todo cuanto de algún modo conmueve nuestra percepción y, por ella, las ideas”. Los juegos de espejos dialogan con el espacio, lo descomponen y recomponen en el recorrido, y constituyen también un campo de elucubraciones que cuenta con una densa y rica tradición metafórica a sus espaldas.

El desarrollo del trabajo de Alfonso Albacete no ha transcurrido de una forma lineal, sino a través de saltos conceptuales y revisiones introspectivas. En su proyecto para la Sala Verónicas, Albacete propone aplicar esta “sistemática del estudio” al espacio expositivo, a la vez que recupera el carácter de la iglesia barroca como espacio de representación. El salto, en este proyecto, radica en que Albacete ha asumido planteamientos tan propios de la tradición de la pintura arquitectónica como de la instalación para construir una suerte de pintura expandida en la que las obras anteriores se encajan en un nuevo dispositivo que constituye una auténtica máquina de visión y reflexión. De este modo, el espectador que cruza el umbral de la sala ingresa en el espacio mental del pintor, sumergiéndolo en una experiencia en la que forma parte de la obra a través del sutil juego de reflejos, ocultación y revelación que articulan los murales de Verónicas, como si se convirtiese en la pintura pensándose a sí misma.